miércoles, 10 de agosto de 2011

El apagón.



Eran las once y media de la noche. Mi hermana ya dormía, mi padre veía una peli en el salón, mi madre se estaba preparando para irse a la cama y yo esperaba a que cargara el décimo episodio de Code Geass. Eran las once y media de ayer cuando se fue la luz. En menos de un segundo, todo se volvió negro. La oscuridad era tan espesa que no veía más allá de un palmo de mis narices. Me sorprendió tanto que no pude evitar soltar un "¡Uy!" cuando vino el apagón.

- ¡Mamá, se ha ido la luz! - grité, con una risilla incrédula.

- ¿No me digas? - respondió, siempre tan agradable.

Oí los pasos de mi madre acercarse al cuarto de estar desde su habitación. Me levanté en la penumbra y tanteé los muebles para evitar comérmelos. Al llegar a donde se suponía que estaba marco de la puerta, mi madre tuvo la mala suerte de comerse no un mueble, sino mi mano. Recibí una de sus famosas collejas teledirigidas. Me cogió de la mano y me dijo:

- Ayúdame a buscar las linternas.

- ¿Linternas? - pregunté -. ¿Por qué no subes la palanca y ya está?

- Papá dice que el problema no es nuestro, que se ha ido la luz a nivel general.

- ¿De veras? - exclamé.

Nunca había presenciado un apagón general. Y aunque no es algo que digas: "¡Dios, no puedo morirme sin ver un apagón!", sentí curiosidad por ver qué pasaba en la calle. Mi madre y yo llegamos hasta un cajón y encontramos las linternas. Agarré una a la que apenas le quedaban pilas y corrí hasta el balcón. Por el camino me crucé con mi padre, y me dijo:

- Asómate, está todo negro.

Abrí la corredera de la terraza y salí al balcón. Afuera estaba todo negro, negrísimo. Las únicas luces que había eran diminutos puntitos naranjas a lo lejos que debían de ser las farolas de la Avenida Marítima a la altura de San José. Además, tuve la suerte de que, en aquel momento, no pasó ningún coche, salvo una guagua de la línea 30 que chirrió un segundo al parar en la estación, y luego se fue. No podía ver nada. Pude reconocer algunas siluetas de la calle: el teatro, las oficinas centrales de La Caja, la estación de guaguas...

Entonces, alcé la cabeza, y las vi. Creí haberlas olvidado, pero aún estaban ahí.

Las estrellas. Más grandes y más pequeñas, más y menos brillantes. Pero muchas, muchas estrellas.

Hasta ese momento, no me había dado cuenta de la cantidad de contaminación lumínica que hay en la ciudad. Fue irse la luz un lapso de quince minutos y darme cuenta de que, sobre nuestras cabezas, hay un montón de estrellas que brillan todas las noches, y no nos damos cuenta.

Me sentí pequeña e insignificante. Al ver el inmenso cielo estrellado me sentí parte de un todo un poco más grande, pero igualmente pequeño, si nos comparamos con sólo una de ellas, con la más chiquita de todas. Me dije a mí misma: "Formo parte de la Humanidad, pero la Humanidad ni lo sabe". Por un instante, me sentí sola. Tantos y tantos millones de personas en el mundo, y alrededor de sólo cien conocen de mi existencia.

Y también me sentí destructora: formo parte de esa Humanidad que está haciendo desaparecer las cosas bellas. Desde la más compleja hasta la más simple, como es el cielo nocturno. Son tantas las cosas que hemos hecho desaparecer con la evolución que parece que no nos damos cuenta. Y eso me entristece, porque muchas cosas que pueden hacernos feliz las tenemos muy cerca de nosotros, y de forma gratuita. ¿No es hora de darnos un respiro y pararnos a pensar es si todo lo que hacemos es realmente necesario?

La luz volvió a las farolas, y las estrellas volvieron a desaparecer. Sentí un escalofrío y una extraña oleada de tristeza. Me habría gustado que se hubiesen quedado ahí, para darnos las buenas noches.

3 comentarios:

  1. anda, tambien se fue la luz en las palmas? pense que era solo aqui xDD
    mi hermano y yo echamos un vistazo a la calle tambien, aunque solo nos fijamos en que la noche estaba super clara, se podia ver mas que de costumbre (curioso, justo en un momento como aquel xD).

    Buena entrada! -w-

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  2. Definitivamente,un cielo estrellado es como la lectura de un poema escrito en un idioma extranjero. Puede que no logremos comprender todos sus misterios, pero nadie puede negar su belleza...

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  3. Sentirse diminuta, en un mundo vasto. Tener la sensación de que por mucho que lo intentes, nunca podrás llegar a verlo en su totalidad.
    Ojalá se fuera la luz en Bcn ;)

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