martes, 21 de junio de 2011

Fuera de control - Desde el otro lado.

Con éste, ya son treinte y siete los tiroteos que me han pillado a mí en medio y sin tener nada que ver. Y más concretamente, con éste son veintiuno los que tienen lugar en el interior del Yellowflag, al menos desde que estoy en Roananpur. Pobre Bao. Me extraña que, a pesar de que cada cuatro o cinco días le revientan el bar, sigue empeñándose en reformarlo. Más de una vez ha tenido que pagar los gastos de reparación después de un siniestro total, y eso cuesta una pasta.

Y lo que más me extraña es que, a pesar de eso, siga dejándonos entrar a beber al bar. Porque también es cierto que la mayor parte de las trifulcas las empezamos nosotros. Bueno, cuando digo nosotros, me refiero a ella.

Revy.

Ahí está otra vez, detrás del mostrador, liándose a tiros con los que pueden ser... ¿doce tipos? Desde aquí cuento doce. Doce chicanos del cártel de Tijuana. Ignoro qué hacen aquí mexicanos que no pertenecen a la familia de Gustavo, pero el caso es que esta vez ha sido un asunto de despecho. El que parece un alto cargo, un tal Rodríguez, se acercó a Revy cuando estábamos en la barra y le propuso una cita. Bueno, una cita exactamente no... le propuso sexo. Ella le mandó a freír espárragos, y en fin, no sé cómo, pero han acabado todos disparándose entre ellos.

Personalmente me sorprende que tantos tíos le propongan esas cosas a Revy. Hablando claro, Revy no es que rezume feminidad y delicadeza por los poros... ella tiene su propia belleza, supongo. Lo más divertido del asunto es que Revy siempre rechaza amablemente los planes que le ofrecen. Y cuando digo amablemente me refiero a que les dice que no y les amenaza un poco, sin llegar a apuntarle a la cara con la pistola.

Esta vez no ha sido tan amable y la que parecía una noche tranquila ha acabado en tiros, gritos y sangre por todas partes: ellos por su lado, y los que no tenemos nada que ver, escondidos detrás de la barra. Hace algún tiempo, yo habría estado en este mismo lugar muerto de miedo, hecho un ovillo y rezándole a Buda para que no me alcanzara ninguna bala. Ahora, bueno, digamos que mi mayor preocupación es que se me está acabando la copa de Bacardi. He pasado tanto tiempo con Revy y la compañía Lagoon que creo que ya me he acostumbrado a esta clase de situaciones, a pesar de que en mi vida he sostenido un arma. Ya no temo por mi vida, porque sé que ella va a protegerme si fuera necesario.

Lo que realmente temo ahora es por su vida. No hay duda de que Revy sabe cuidarse muy bien ella sola. Sin embargo, ¿qué pasaría si alguna vez no pudiera con su adversario? Eso es algo poco probable, pero si ella tuviera problemas, nadie podría ayudarla, mucho menos yo. ¿Qué pasaría si ella estuviera a punto de perder la vida, no sólo porque sí, sino porque intenta protegerme a mí? Sinceramente, no sabría qué hacer. Seguramente Dutch se encargaría de dar caza al pobre diablo que lo hiciera. ¿Y yo? ¿Qué podría hacer yo, salvo sentarme y llorar?

Ahora me doy cuenta de que, si comparo todo lo que Revy, a pesar de ser como es, ha hecho por mí, yo por ella no he hecho gran cosa. Ella me ofreció una nueva vida después de que el cabrón de mi jefe me obligara a desaparecer; ella siempre se la ha jugado para protegerme, hasta el punto de ir a buscarme al campamento de una guerrilla; ella se enfrentó cara a cara con Ginji en Tokio, por ella y por mí también; ella me ha enseñado a sobrevivir en una ciudad en la que, si parpadeas, acabas con un tiro en la cabeza.

¿Y qué he hecho yo por ella? Nada.

Oh, bueno, algo que sí he hecho es darle problemas, sacarla de sus casillas y, en fin, nunca me puse aquella camiseta hawaiiana tan hortera que me regaló.

Me pregunto cómo demonios no me ha matado ella misma, conociéndola como la conozco. Hubiera sido cualquier otro, y según subí al lanzatorpedos de Dutch cuando me secuestraron aquel día, me habría volado la tapa de los sesos.

Quizás la respuesta esté precisamente en eso: en que soy yo. Puede que me haga ilusiones, porque Revy es de esa clase de personas que ni quiere ni necesita amigos, ¿pero puede ser que me haya cogido algo de... algo así como afecto, y por eso sigue a mi lado a pesar de todo?

Yo, desde luego, sí que se lo he cogido, muy a mi pesar. Al prinipio sentía lástima por ella, porque me daba mucha pena que una persona como ella acabara de esa manera. ¿Qué clase de cosas tendrían que haberle sucedido para que terminara siendo alguien que no tiene escrúpulos ni siente compasión por nadie que no sea ella misma? Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que la vi disparar un arma. Fue aquí mismo, en el Yellowflag. Las luces habían reventado, y entre la más absoluta oscuridad, la veía sonreir de forma diabólica.

Pero, a medida que me he esforzado por conocerla algo mejor, porque no es que ella se haya dejado, he descubierto que no es una mala persona al fin y al cabo. Revy tiene sus cosas, pero en el fondo no deja de ser una chica con problemas que necesita un hombro sobre el que llorar de vez en cuando. Bueno, no literalmente, claro.

Y creo que al final encontró ese hombro en mí. O al menos eso parece. Ella una vez me llamó colega, y recuerdo que sonrió ligeramente al decirlo. Jamás podría olvidarlo. Yo también la considero una colega. Confío en ella de la misma manera en que ella confía en mí. Ella es mi único respaldo aquí, de la misma manera en que yo soy su único respaldo. Ella es la primera persona con la que hablé directamente sobre mis sentimientos y mis principios, y aunque no los compartamos, ella también me confía los suyos.

Sinceramente, sin Revy, yo no sé cómo carajo habría sobrevivido en Roananpur durante tanto tiempo. Se lo debo todo.


Un momento. ¿Qué pasa? No se oyen disparos. De hecho, no se oye nada. Esto es muy raro. De repente se me han acabado las ganas de seguir bebiendo. Tengo una ganas locas de echar una ojeada por encima de la barra, pero sé que no debo hacerlo si quiero seguir conservando el cráneo de una sola pieza.

- Rock, no te muevas.

Es Revy. Se ha deslizado, no sé cómo ni cuando, detrás del mostrador. Estaba cambiando los cargadores de las Berettas muy, muy despacio, para que las balas no golpeen el metal y no hagan ruido.

- ¿Qué ha pasado?

- ¿Estás ciego o qué? ¿No ves que me he quedado sin balas? Cuando quieres eres corto, tío.

Ahora mismo me encantaría reírme, pero como probablemente me mataría de una forma lenta y dolorosa, voy a hacer como que no la he escuchado.

- Me refiero a por qué no disparan.

- ¿Y yo qué coño sé? ¿Te crees que soy una puta pitonisa? Sólo quédate quietecito y no digas ni una sola palabra.

- De acuerdo, de acuerdo.

En estos casos, lo mejor es resignarse y hacerle caso, porque si le llevas la contraria, Revy puede regalarte una buena ostia. Y no es la primera vez que yo me llevo una.

Revy se ha agazapado y creo que va a saltar por encima de la barra. Se está relamiendo. Vaya, parece que lo está disfrutando.

- Ten cuidado.

- No te preocupes, colega. Dame cinco minutos y podremos seguir bebiendo.

No sé por qué, pero la manera en que ha dicho eso no me ha gustado nada. Tengo un mal presentimiento.

Ha saltado. Un grito. Dos gritos. Una ráfaga de balas de metralleta. Un disparo. Dos disparos. Tres disparos. Cuatro disparos. Cinco disparos. Seis disparos.Todos ellos de Beretta. Cinco cuerpos muertos cayendo sobre el suelo, uno detrás de otro. 

Y de repente, otra vez silencio.

Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno... 

Bang.

Ese disparo no ha sido de Beretta. El cadáver ya ha golpeado el suelo, y no se oyen más disparos. Tengo un presentimiento horrible.

- ¡Dios mío! ¿Qué coño ha pasado? ¡Esos mamomes se han cargado a Dos Manos!

Que te jodan, Bao. No quería oírlo.

De repente, las manos me han empezado a temblar, y el vaso ha caído al suelo, rompiéndose en mil pedazos. Mi respiración es irregular. Mi corazón se ha desbordado. Creo que voy a vomitar.

Tengo que mantener la calma. Tengo que mantener la calma y respirar hondo para pensar de forma razonada y lógica. Tiene que haber una manera de...

¿Para qué engañarnos? No hay ninguna manera de nada. Dentro de más o menos un minutos, voy gritar y a llorar, y voy a volverme loco.

Mientras tanto, creo que me fumaré un pitillo.

1 comentario:

¡Vamos, es gratis y no duele!


¡Gracias por leer hasta el final! ♥