domingo, 29 de mayo de 2011

El chico perfecto. Prólogo.

Debido a múltiples opiniones populares a través de distintos medios sobre el one-shot De todo menos delicado, y debido también - y básicamente - a que el Profesor Layton no me está ayudando absolutamente nada en mi proceso de desestrés propio del periodo de exámenes del segundo cuatrimestre, he decidido continuar con un pequeño proyecto que empecé hace un par de años y que, por unas causas y otras, dejé de lado, con el título de El chico perfecto.

Se trata de la historia de TJ, un chico americano de 17 años cuya vida da un vuelco al trasladarse a vivir con su padre a un pueblito alejado de la capital de estado. TJ se enfrenta a duros cambios en su nuevo hogar, desde hacer nuevas amistades y adaptarse al ritmo académico pre-universitario, hasta replantearse, después de más de dos años con una novia estable y formal, su condición sexual. El culpable de este cúmulo de sensaciones confusas es Ryan, un compañero de clase de TJ con una personalidad muy original, a la vez que complicada, que desata en TJ una serie de sentimientos que carecen de toda lógica.

Es un relato sencillo, con mucho sentido del humor, y lo más importante: ¡mucho yaoi! (risas)

La verdad es que enseñé el borrador con las primeras páginas a algunas personas, y se mostraron muy satisfechas por cómo estaba saliendo, así que por eso voy a continuarlo. Es curioso, a todos les encantó el personaje de Ryan desde el principio (más risas). Por eso les animo a que le echen un ojo, aunque sea al prólogo de más abajo y a las primeras partes que vaya subiendo.

Espero que quien tenga tiempo - y ganas - de leerlo lo disfrute. Y espero también que, si recibe seguidores, comprendan que con los exámenes puede que no tenga tiempo suficiente de exprimir mi cerebro tanto y tan seguido como me gustaría, así que les pido paciencia para con mi persona.

Por si a alguien le interesa, ya solucioné el acertijo de los días de trabajo de Sammy del Profesor Layton. Era una auténtica estupidez, y podría haberlo tenido resuelto desde ayer si aprendiera a multiplicar bien las operaciones de dos cifras. Ahora me he atascado con el siguiente, uno de un perro, una niña, su padre, y la madre de Vexen, que es una furcia.

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En el momento en que decidí irme a vivir con mi padre creí que había tomado la mejor decisión de mi vida. Significaba que por fin iba a desaparecer de la vida de mi madre, y ella de la mía. Después de tantos años aguantándonos el uno al otro, cuando mi padre entró de repente aquel día en mi casa de Washington y me propuso irme con él, pensé que todos mis problemas se habían solucionado, y recuerdo que hasta se me saltaron las lágrimas cuando le respondí que sí, que me sacase de aquella maldita casa como fuese.
Sin embargo, en ese momento sólo pensaba en mi madre. En mi madre y todo lo que tenía que ver con ella. No me paré a pensar en todo lo que dejaba atrás con mi marcha. Mis hermanas, mis amigos, mi lugar secreto, el instituto, mi novia... Cuando vi por primera vez el ambiente triste del pueblucho al que me mudaba aquella tarde lluviosa, cuando crucé por primera vez el puente que pasaba el río de aguas oscuras que rodeaba Reed River, me di cuenta de que había perdido parte de mí. Todo lo que me había llevado años formar se había volatilizado, desparecido, como cenizas en una corriente de aire. Veía cómo todas esas cosas se iban con el viento, y yo no podía hacer nada por evitar que se apartasen de mí. Me había librado de mi madre, sí, pero a qué precio. Un ataque momentáneo de egoísmo había echado a perder lo que realmente me importaba.

La lluvia caía estrepitosamente sobre las lunas del viejo BMW negro de mi padre cuando empecé a pensar en todo lo que había dejado en Washington. Cada gota que golpeaba el cristal delantero me hacía pensar en algo que se había quedado allí y que no iba a recuperar. Sentí como mi corazón se iba resquebrajando a cada estallido de la lluvia contra el coche, hasta que no pude aguantar más. No pude evitar abrazarme las rodillas sobre el asiento delantero del coche como si fuese un crío, y se me escaparon las primeras lágrimas. Mi padre me miró, y comprendió enseguida que estaba destrozado. Me dio una palmada en el hombro.

-    No te preocupes, Thomas. Será duro al principio, pero ya verás cómo acabarás acostumbrándote y te gustará vivir aquí. Harás nuevos amigos y empezarás una nueva vida desde cero.

No le respondí. No me hubiesen salido las palabras. Sus palabras no me animaron en absoluto. Es más, me hicieron sentir peor. Me limité a abrazarme las rodillas aún más fuerte porque mis ganas de gritar y llorar aumentaban por segundos. No quería rehacer mi vida: yo ya tenía una, y acababa de perderla para siempre, como quien pierde los ahorros de toda su vida en una timba de póquer. Me arrepentí de haber aceptado su proposición. Ya no quería vivir con él, porque no me quedaba nada. No me quedaba absolutamente nada...

... hasta él me demostró que valía la pena quedarme y aguantar un poco más.

1 comentario:

¡Vamos, es gratis y no duele!


¡Gracias por leer hasta el final! ♥