lunes, 23 de mayo de 2011

Es lo que es. No es otra cosa.

Hace algunos años me esforzaba por ser la estudiante perfecta, la hija perfecta, la amiga perfecta y la novia perfecta. En definitiva, quería ser el ser humano perfecto, que lo hiciera todo bien y que contentara a todos con sus acciones. Inconsciente de que eso es biológica y humanamente imposible, de que el hecho de querer ser perfecto te hace ser imperfecto, yo seguía intentándolo hasta el punto de enfermar. Por unas causas u otras, le cogí miedo a comer, e incluso a dormir. Me daba tanto miedo lo que era capaz de hacer mi cerebro con mi cuerpo que acabé teniendo miedo de mí misma. 

Al final, con ayuda profesional y con el apoyo de todas esas personas que me quieren y que se preocupan por mí, fui capaz de superarlo, y ahora vivo con la única meta de ser estudiante, hija, amiga y novia. Tratar de ser perfecto acaba destruyéndote y destruyendo todo aquello que tienes y que te importa. Por eso no merece la pena. He aprendido que hay que vivir la existencia de uno mismo como tal, sin matices. Vivir, existir, y punto.

Pero ahora que he aprendido a hacer las cosas sin pensar en qué podrán pensar o querer realmente los demás con mis acciones, que de forma absolutamente voluntaria me dedico a mis estudios y a la vez ayudo con las tareas de la casa, no cuando me obligan a gritos, sino cuando es necesario; hago recados, cocino para cuatro personas y me preocupo por mantener el que es mi hogar en un ambiente acogedor, agradable y ordenado para que podamos vivir en él ¿cómo tengo que sentirme cuando a una persona vaga y egoísta que lo único que hace en casa es pegarse al portátil hasta que se le cuartean los ojos, dejar un rastro de desorden y suciedad por donde pasa, comerse lo que es de todos, o incluso lo que simplemente no es suyo, y pasarse por el forro de los huevos las normas, se le consiente todo lo que quiere y se le da todo hecho?

Muy a mi pesar, es lo que es. Pueden llamarlo como quieras, pero no deja de ser lo que es. Tengo 19 años, y mi hermana tiene 15. Y lo que tengo es un ataque de celos. Porque es completamente injusto que a alguien como ella, que en quien único ha pensado antes de en ella misma es en su ombligo, se la trate como si fuera la reina de la casa, independientemente de lo que yo haga o deje de hacer.

Supongo que el que no se te den las gracias por hacer las cosas más fáciles es el precio que tenemos que pagar los que somos primogénitos. O simplemente los que somos buenas personas.

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