martes, 16 de febrero de 2016

Compliments



NP: The Doobie Brothers - Long Train Runnin'

Anoche, mientras esperaba a que llegara el sueño, y a raíz de un post en 9gag y de una noticia de hace un par de días, recordé algo que sucedió hace unos tres o cuatro años. 

Una conocida, cuya preferencia sexual son las mujeres, me preguntó si existía alguna posibilidad de que a mí me gustaran las chicas. La pregunta me pilló totalmente desprevenida, y seguramente puse cara de idiota. Además de haber sido de repente y no tener nada que ver con lo que estábamos hablando justo antes, creo que, quien me conoce al menos un poquito, sabe de sobra que a mí me gusta más un pene que a un tonto, un lápiz. De hecho, por aquel entonces, yo llevaba saliendo con Mr. Pelos un buen par de años. Y esta chica lo sabía, e incluso conocía a Pelos. Por lo que la pregunta me dejó un poco confusa.

Yo respondí que, por el momento, no cabía esa posibilidad. Por el momento. Quién sabe si pasado mañana tengo una revelación y descubro que me siento sexualmente atraída por las mujeres. Pero, a día de hoy, una chica me pone lo mismo que un caldero o un puñado de tierra. Ahora bien, si una mujer es guapa o tiene un cuerpo bonito, soy la primera en decirlo. Soy heterosexual, no ciega.

<<Ya, bueno, quería estar segura y tenía que intentarlo>>, replicó la muchacha. <<Es que me pareces mona, y si te gustaran las chicas, seguramente te tiraría los trastos>>.

Y se despidió y regresó con el grupo de amigas con el que estaba.

Y yo me quedé ahí plantada, como un ficus, sin saber cómo reaccionar. Pero no porque me sintiera ofendida o incómoda. Sino porque me sentía halagada. De hecho, creo que llegué a ponerme un poco roja, porque sentí la cara caliente. Aquélla fue la primera (y, de momento, única) vez que una chica me había dicho que le parecía guapa, mona, atractiva... Da igual.

Y me sentí igual de adulada que si lo hubiera dicho un hombre. O un mapache. O una goma de borrar.

Un cumplido es un cumplido, ¿no? No importa de quién lo recibas. ¿A quién no le gusta que le digan cosas bonitas? Aun si se trata de tu abuela o de tu madre, que aunque seas un craco y más tonto que las piedras, siempre te recordarán lo guapo e inteligente que eres.

Por eso no entiendo a la gente que se siente ofendida, e incluso violenta, si una persona de su mismo sexo le piropea. Que una persona sea sea homosexual, transexual o bisexual y te haga un cumplido no significa que vaya a bajarte los pantalones ahí mismo. Que a lo mejor le gustaría, pero eso es una cosa que, si fuera así, quedaría en su propia consciencia. Es un piropo, no una amenaza, ni una navaja. 

Y, desde luego, no es una razón para humillar o agredir a nadie.

A mí es que lo de la homofobia, la transfobia y la bifobia no me entra en la cabeza. Y mucho menos cuando gente de mi edad, gente joven, son los primeros que promueven este tipo de comportamientos porque sí. ¿Desde cuándo hemos retrocedido al siglo XVIII? ¿En qué momento las personas de mediana y avanzada edad han pasado a ser más tolerantes que la juventud?

A veces la especie humana me da asco.

viernes, 5 de febrero de 2016

Los eBooks no son para mí


El tema de los eBooks, al menos por mi parte, genera discusión cuando sale a colación. Yo me declaro totalmente contraria a los libros eléctricos. Y lo digo bajo la premisa de que tengo uno, y lo he usado. Y mi madre, lectora acérrima de toda la vida, también tiene uno. 

Es cierto que los eBooks tienen muchas ventajas. Palian el problema del espacio que sufrimos los que leemos con asiduidad. De hecho, mi madre es usuaria forzada de eBook porque mi padre le prohibió comprar más libros. Porque no había espacio en casa para ponerlos. Pero literalmente. Y, por mi parte, aunque soy partidaria de donar a bibliotecas o a tiendas de libros de segunda mano aquellos que ya has leído y que, probablemente, no vuelvas a leer, lo de buscar hueco para libros nuevos... digamos que sudo bastante.

Además, el eBook te permite llevarte contigo hasta el libro más grande. Ocupa poco espacio, y es ligero. Imagina cómo acabaría tu hombro si quisieras llevar cualquiera de Ken Folett en el bolso. 

Y lo mejor del libro electrónico, bajo mi punto de vista, es que, en la mayoría de los casos, puedes acceder a libros de manera fácil y gratuita. Basta con buscarlos en Internet y descargarlos. Esto está genial para cuando no tienes pasta, o simplemente, no te la quieres gastar; cuando no estás muy seguro de si el libro te va a gustar, o cuando no lo encuentras en préstamo en las bibliotecas.

Pero, a pesar de todas estas ventajas, lo siento, pero yo soy de libro en papel. No puedo evitarlo. Yo necesito pasar las páginas para disfrutar un libro. Necesito ver cómo voy avanzando, cómo el marcador cada vez se acerca más a la contraportada. Y por no hablar del gustazo de abrir un libro recién comprado, y que el olor a libro nuevo te acaricie la nariz. Y ya cuando el libro es viejo, el gustazo es mayor. Además, con lo bonito que es prestarse los libros...

En definitiva, y para quien quiera un símil que pueda entender, leer libros en formato físico son como hacer el amor con la persona que quieres. En mi caso, que soy mujer, y esa persona es un hombre, digamos que esa parte de su anatomía es suave y cálida, y la sensación en general* es agradable.

Por su parte, leer un eBook es como cuando el ginecólogo o la ginecóloga te hace una citología. Te mete el espéculo, ese chisme metálico, frío, duro y sin amor; y luego te rasca las paredes de la vagina con la espátula de los cojones, a sabiendas de que te va a hacer daño y que vas a pasar uno de los momentos más desagradables del día.

Ahora mismo estoy somatizando lo que estoy escribiendo, y me estoy poniendo malísima.

Y por lo mal que lo paso cuando me toca la revisión en el ginecólogo, yo soy de libros (°◡°♡).:。

* Que no se ofenda nadie, por favor, que es muy fácil ofender a la gente en Internet estos días. He dicho en general. Que tú concretamente, lector anónimo, prefieres destrozar los genitales ajenos y tener tórrido sexo salvaje, es tan respetable como los que prefieren tener slow-sex. Pero tu vida sexual no me interesa lo más mínimo. Sólo espero que sea abundante y satisfactoria 

lunes, 1 de febrero de 2016

Qué duro es trabajar de cara al público


Estoy convencida de que el mundo sería mucho mejor si la gente tuviera un poquito de consideración con la gente que trabaja de cara al público. Y lo digo hablando desde mi propia experiencia, ya que, el verano pasado, estuve trabajando tres meses como ayudante de recepción.

Sí, tres meses puede ser poco tiempo, pero se me hicieron interminables. Y tengo tantas anécdotas para contar... Desde el señor alemán enfadado porque en la playa hacía viento y se le metía la arena en la cara, hasta la señora canaria enfadada porque nadie le había dicho que su habitación iba a estar debajo de la antena telefónica, y los recepcionistas pretendíamos que le diera un cáncer.


Pero ya no hablo desde la perspectiva de una persona que trabaja de cara al público, sino desde la de clienta. Porque es increíble lo caradura que puede llegar a ser la gente, y la vergüenza ajena que pueden llegar a dar.

Esta mañana he ido a una tienda de Vodafone porque la batería de mi móvil está dando problemas. La maquinita me dio el turno 23, y todavía iban por el 10. "Bueno, mala suerte", pensé. "Pues me siento y espero". Y me senté, resignada, en uno de esos sillones tan incómodos. 

Una pareja entró justo detrás de mí, y sacó el turno 24. Al ver el último número que habían llamado, el señor empezó a resoplar y a quejarse en un tono relativamente alto. Pero la pareja se sentó a mi lado, y cuando el caballero se cansó de soltar improperios, se calló.

Ésas son las reacciones que cabría esperar de personas mínimamente civilizadas. ¿Tienes que esperar? Pues te callas, y te jodes. ¿Tienes prisa? Pues te vas y vuelves más tarde, o vas a otra oficina en la que haya menos gente.

Pero definitivamente no das por culo.

Ejemplo número 1: una señora entró a los diez minutos de yo sentarme, y al ver la cantidad de gente que había en cola, se acercó a una de las mesas donde una de las comerciales estaba atendiendo a otro cliente, la interrumpió, y le preguntó si, para no sé qué historia que no recuerdo, era necesario hacer la cola. La muchacha, muy educadamente, respondió que sí. La señora puso mala cara y contestó que, para lo que necesitaba, no hacía falta demasiado tiempo. A todo esto, el cliente mirando a la mujer con ganas de estrangularla. La chica, haciendo acopio de paciencia, le explicó a la señora que, por más o menos complejo que fuera el servicio, el sistema de colas estaba puesto para poder atender a los clientes en riguroso orden de llegada. Y la señora, como no podía ser de otra forma, se encabronó y empezó a gritar: que aquello no podía ser, que si el servicio era nefasto, que cómo era posible que la fueran a hacer esperar para una tontería, que así iban a perder clientes y se iban a ir a Movistar... En fin, que montó un espectáculo. Al final, la mujer se marchó dando gritos, y la cara de la comercial... Bueno, se la pueden imaginar.

Ejemplo número 2: había otro señor que se dedicó a perseguir (literalmente) a los empleados por toda la tienda, y cada vez que alguno de ellos llamaba un número, él les enseñaba su ticket, que tenía el número 28, me imagino que con la esperanza de que colara y lo atendieran. Pero no coló, ¿cómo iba a colar? Ni que los empleados fueran idiotas. Lo mejor es que el tipo se dedicó hacer eso desde que llamaron al número 15.

Ejemplo número 3: otra señora (siempre son señoras. Siempre) que estaba siendo atendida por un chico paga lo que tiene que pagar, le da las gracias al muchacho y se levanta. Cuando la señora abandona el puesto, el comercial llama al siguiente número, y una chica joven ocupa su lugar. Mientras el muchacho está despachando a la nueva clienta, la señora se para a mitad de camino hacia la salida y empieza a cotillear accesorios. Descuelga uno, y con todo su morro, vuelve a donde estaba el empleado que la atendió, y le dice: "Mira, cóbrame esto también". Habían pasado unos cinco minutos. El chico, estupefacto, le contesta que ahora está atiendo a otra clienta, y le pide por favor que vuelva a coger un número, ya que hay mucha gente en cola. La señora, como era de esperar, se mosquea, y le dice: "¿Qué más te da, si me acabas de atender?". Lo mejor es que fue un tipo que estaba sentado cerca de donde estaba yo el que respondió: "Porque cuando termine con la chica, me toca a mí; y no me da la gana que usted se cuele después de estar aquí esperando casi 20 minutos. Haber cogido eso antes". 

Para qué fue aquello. La señora entró en cólera, dejó lo que fuera que tenía en la mano en la mesa donde estaba trabajando el chico, y le dijo al otro cliente que era un sinvergüenza, y que ojalá le pasara algo. Yo, y prácticamente todos los que estábamos en la tienda nos quedamos muertos. El tipo sólo respondió con un "Venga, hasta luego".

La conclusión de todo esto es que no se puede ir en ese plan por la vida. La gente se olvida de que los que están al otro lado del mostrador sólo están intentando hacer su trabajo, y que muchas veces, no pueden complacer sus deseos particulares: porque hay otros clientes, porque hay unos procedimientos establecidos, o simplemente, porque no es posible. Pero, cuando lo es, lo hacen. Claro que lo hacen, es su trabajo. ¿Por qué no lo iban a hacer? Y eso la gente no lo entiende: se creen que, por el hecho de haber pagado o de pagar después del servicio, tienen derecho a todo, así como el derecho a exigir cualquier cosa. Las cosas no son así. Tú, señora pejiguera y maleducada (sobre todo lo segundo): no eres el ombligo del mundo. Y cuando ese pobre o esa pobre trabajadora te dice que esperes, o que no es posible eso que le estás pidiendo, no es que no lo haga porque no quiera y quiera fastidiarte el día: es porque no puede. Él o ella no tiene la culpa. Así que no le grites. No le insultes. No montes un numerito. No des por culo. Es tan fácil como dar media vuelta y salir del establecimiento.

Por un mundo más fácil para los que trabajan de cara al público.

¡Gracias por leer hasta el final! ♥