jueves, 5 de mayo de 2011

De todo menos delicado.

Me di cuenta de que, a medida en que avanzaba nuestra conversación, Ryan se me había ido acercando cada vez más. Tanto, que pude sentir cómo su respiración me azotaba la piel del cuello.

Su aliento era cálido y, por motivos que no sabría explicar, parecía dulce. Me gustaba la sensación que me dejaba sobre la garganta, y eso me puso nervioso. Se trataba de mi mejor amigo, al cual intentaba desde hacía días no relacionar con mi líbido. Mi mejor amigo estaba haciendo que se me acelerase el corazón cada vez más, hasta que empecé a tener dificultad para respirar y hablar con normalidad.

Lo que más me jodió fue que se me notaba que estaba a punto de saltarle al cuello como una perra en celo.

- Pero... Ryan... - intenté balbucear, pero sólo conseguí soltar un jadeo cuando pronuncié su nombre.

La boca de Ryan se torció en esa sonrisa burlona que de repente me pareció demasiado provocativa.

- Te dije que no te haría ninguna gracia hablar del tema.

- No es normal que dos hombres se besen, Ryan...

Las palabras que salieron de mis labios sin permiso parecieron divertirle. Se rió, nunca supe si con sarcasmo o simplemente le hizo gracia, pero me estremecí al oír su risilla. Era la primera vez que me parecía tan irresistible, y eso estaba empezando a asustarme.

Entonces, cuando me percaté de que Ryan se reseguía la línea del labio superior con la punta de la lengua, fue cuando verdaderamente empecé a tener miedo.

- Puede que sí – se acercó aún más a mí, casi lo tenía encima. Me cogió las mejillas con las manos y me miró directamente a los ojos. Fui incapaz de devolverle la mirada a esos preciosos ojos azules. Se me iba la mente a su boca, a esos labios fatales que me pedían un beso a gritos -. ¿Pero desde cuándo tú y yo hemos sido normales?

No sé en qué narices estaría pensando Ryan en el momento en que formuló la pregunta mágica que, de algún modo, estaba deseando oír. Yo tenía claro qué se me pasaba por la cabeza en ese instante: quería besarlo. Quería besar a Ryan de una manera en que nunca había besado ni a una chica ni a nadie. Tenía demasiadas ganas de sentir su lengua dentro de mi boca.

Y él pareció entenderme, porque fue exactamente lo que hizo. Me besó de una forma que sería incapaz de describir con palabras. Sus labios tenían el más dulce y excitante sabor que había probado nunca, completamente distinto a cualquier pintalabios que habría llevado alguna chica a las que yo había besado antes. Me sorprendió notar lo fríos que estaban, a pesar de lo agradables que eran. Posiblemente era por el tacto del metal del aro que le perforaba el labio, pero precisamente el choque del piercing de Ryan contra mi boca era una de las cosas que más me gustaban.

Se separó de mí y, sin retirar sus manos de mi cara, me susurró con una sonrisa maliciosa:

- Éste es el momento en que o me paras o no soy responsable de lo que haga a partir de ahora.

Ni siquiera me paré a pensar en qué demonios tendría que haberle respondido. Quería que fuese lo más irresponsable que se le ocurriese. Deseaba a Ryan.

Por eso me abalancé sobre él hasta dejarlo boca arriba sobre la cama conmigo encima. Sabía de sobra que Ryan estaba alucinando, pero yo no podía aguantarlo más. Necesitaba de una vez por todas saciar la angustia que tenía acumulada en mi interior.

Efectivamente, Ryan estaba flipando en colorines. Sus maravillosos y cristalinos ojos azules casi parecían que habían aumentado de tamaño. Sin embargo, a pesar de su sorpresa ante mi arrebato sexual, no paró de sonreír como si estuviese a punto de hacer alguna travesura.

- No me lo puedo creer, Thomas Jameson – se burló con maldad mientras fruncía falsamente el ceño. Noté que su mano derecha se deslizaba bajo mi camiseta y me acarició el pecho con las yemas de los dedos -. Me parece increíble que finalmente haya conseguido excitarte. Tú, el tío más heterosexual de los Estados Unidos.

El pulso se me aceleró y me di cuenta de que había empezado a resoplar. Fui capaz de rechistarle entre jadeos vergonzosos:

- No me lo pongas más difícil, ¿quieres?

La sonrisa de Ryan se desvaneció de golpe y me miró muy serio.

- ¿Te sientes incómodo?

- Sí – tuve que cerrar los ojos para evitar mirarle a la cara.

Ryan sacó la mano de debajo de mi ropa, y de repente me entró un escalofrío.

- Te dije que me parases si no querías que siguiese. Me he dejado llevar. Siento haberte puesto nervioso.

Nervioso no era la mejor palabra para calificarme en ese momento. Cogí la mano de Ryan por la muñeca y la llevé de nuevo hasta donde estaba hacía unos segundos, bajo mi camiseta. Ryan me miró escandalizado.

- Estoy incómodo porque en este momento estoy muy cachondo y como no me eches un polvo ahora mismo voy a acabar explotando.

Me sorprendió la barbaridad que me acababa de salir sola. Jamás había dicho nada semejante, ni siquiera a una chica. Pero, a pesar de eso, me sentí aliviado. Había estado evitando decirle eso a Ryan durante días, y por fin lo había soltado. Y qué a gusto que había quedado.

Ryan estaba de acuerdo conmigo y soltó una risilla que me puso los pelos de punta.

- ¿Estás seguro de que quieres acostarte conmigo? Te advierto – deslizó las manos hasta el cierre de mis vaqueros y me los desabrochó – que no soy nada delicado.

Francamente, quería que fuese de todo menos delicado.

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