miércoles, 28 de enero de 2015

Gente que mola



Lo que les voy a contar ha pasado hace escasamente una hora.

Ahora mismo no me encuentro en una época precisamente buena de mi vida, y anímicamente no estoy para tirar cohetes. Llevo varias semanas exageradamente irritable y con los nervios que saltan a la mínima. Si encima, a eso, le añaden que, desde hace dos días, estoy de nuevo con el lumbago, se pueden imaginar el humor de perros con el que me levanté esta mañana.

Volvía a casa conduciendo después de atender un asunto urgente. De lo contrario, me habría quedado en casa con calorcito en la espalda Tengo la costumbre de, cuando voy sola en el coche, poner la música muy alta. Paré el coche en un paso de peatones por el que un chico extrajero de veintilargos años iba a cruzar. Él me sonrió y me dio las gracias con un gesto de la mano. Yo hice lo mismo desde el coche, pero dio la casualidad de que, justo en ese momento, me estaba viniendo arriba con la canción que estaba sonando (si tienen curiosidad por saber cuál es, hagan clic aquí). Evidentemente, no iba a dejar de cantar porque ese hombre me estuviera mirando. Yo tengo sentido del ridículo como todo el mundo, pero es que, o sea... es un temazo.

Lo más curioso de todo es que el tipo, muy sonriente, no me quitaba el ojo de encima, y empezó a caminar más despacio. Me hizo señas para que bajara la ventanilla. Inocente de mí, pensé que me iba a pedir indicaciones, como suelen hacer los guiris. Pero el tío no se acercó al coche. Se paró en medio del jodido paso de peatones a escuchar la canción que estaba sonando en mi coche.

Se la sabía. No sólo me levantó el pulgar en señal de aprobación, sino que cruzó lo que le quedaba de carretera canturreando y moviendo la cabeza.

Ese hombre hizo que llegara a mi casa con una sonrisa.

Gracias. Ojalá hubiera en el mundo más gente como tú, simpático desconocido.

sábado, 17 de enero de 2015

Ragú de guisantes y bacon con tomate

Voilà! De aquí a hace unos meses me he diversificado, y me he animado a cocinar más allá de la repostería y los dulces. Evidentemente no soy Martín Berasategui, pero, por lo menos, me apaño en la cocina, y soy capaz de preparar algo un pelín más elaborado que un plato de macarrones con queso. Por variar un poco, que de vez en cuando, no viene mal.

Este plato fue mi cena de anoche. Rapidísimo, fácil y rico. ¿Qué más se puede pedir?



INGREDIENTES (para una persona)
- 130g de guisantes congelados
- 100g de bacon en trocitos (en los supermercados venden unos paquetes muy chulos de bacon troceado listo para usar)
- Un poco de mantequilla (con raspar un poco con una cucharita será más que suficiente) 
- Un diente de ajo
- Una pizca de tomillo
- Tres cucharadas soperas de ketchup (en mi caso, yo utilicé Heinz, pero vale cualquier marca)

1) Hervir los guisantes hasta que se descongelen y se queden tiernos. Mientras, pelar y picar el ajo pequeñito.
2) En una cacerola pequeña, fundir la mantequilla y añadir los trocitos de bacon.
3) Cuando el bacon empiece a coger colorcito, bajar el fuego y añadir el ajo picado, el tomillo y los guisantes congelados. Dejar cocer durante tres minutos removiendo de vez en cuando.
4) Añadir el ketchup y una cucharada sopera de agua, y dejar que termine de hacerse durante dos minutos más.
5) Se puede salpimentar si se desea antes de servirlo.

¡Y ya está! En dos patadas, un plato rico y sencillísimo de hacer que puede servir tanto de  plato único como de guarnición. Evidentemente, las cantidades de ajo, tomillo y ketchup pueden variar a gusto del consumidor.

¡Nos vemos pronto en otra receta!

lunes, 12 de enero de 2015

La actualización más esperada del último año.

¿Y por qué es la actualización más esperada del último año? ¡Porque es una actualización! ¡Ni más ni menos! ¡Parecía que este blog había caído en el más profundo y humillante de los olvidos, pero no es así! ¡El blog de RiRi está vivo!

Joseph Gordon-Levitt está encantado con la noticia.

Calm your tits, fellas. Pero lo primero de todo, aunque a la inmensa mayoría no le interese, es relatar el por qué he estado tan ausente durante todo este tiempo. Sé que son cuatro los pelagatos que pierden su tiempo en leerme, pero los cuatro - maravillosos  - pelagatos que me leen se merecen una explicación.

Quien tenga un poquito de trato conmigo probablemente ya lo sabrá, pero el curso pasado me matriculé en un curso de Máster. El horario era nefasto (de 16.00 a 21.00 de lunes a viernes. Los viernes también. LOS VIERNES. ¿ESTAMOS LOCOS?), y nos marcaban una cantidad de tarea que no era normal. Pero tengo que reconocerlo: me lo pasé en grande. Conocí a gente maravillosa - éramos un total de 16 alumnos, y sólo cuatro éramos españoles - con la que pasé unos meses estupendos y de la que aprendí un montón de cosas. Desde aquí les deseo todo lo mejor a todos y cada uno de ellos, dondequiera que estén ahora.

Claro, se estarán preguntando: "¿Y dónde está el drama?". Yo les diré dónde está el drama: un mes después de empezar el Máster me contrataron como becaria en un departamento de mi facultad. Trabajaba los lunes, miércoles y viernes desde las ocho de la mañana hasta casi las dos de la tarde. Y entraba en clase a las cuatro. Se pueden imaginar lo chulis y relajados que eran los días que que tenía que trabajar. Pero trabajar, trabajar. En plan en serio. Pues, claro, dedicaba los fines de semana a hacer toda la tarea que no me daba tiempo a hacer durante la semana. Y a tener un mínimo de vida social, si los trabajos me lo permitían. Evidentemente, tenía cero tiempo para dedicar al blog.

El Máster acabó a principios de mayo. ¿Y qué vino después? Un pequeño monstruo llamado Trabajo Final de Máster. Podría dar detalles sobre mi aterradora experiencia haciendo el TFM, pero creo todo individuo debe haber pasado por un proyecto de esas características para poder entender cuán... terrible pudo llegar a ser.  

Ésta soy yo cada vez que alguien me preguntaba cómo llevaba el TFM.

A todo esto, mientras lloraba con el proyecto, también seguía trabajando. Con lo cual, lloraba el doble. Aunque reconozco que no fue tan terrible, porque mi jefa - que también era mi tutora del trabajo - me ayudó un montón, y me dejó adelantar cositas del proyecto en horas de trabajo. Gracias, Conchy. De no ser por eso, creo que, a día de hoy, aún no me habría crecido el pelo.

Presenté el proyecto y aprobé con más nota de la que esperaba. Estupendo. Fui con mis compañeros del Máster a celebrarlo, y me pillé tal pedal que la resaca al día siguiente fue de libro. Eso no fue tan estupendo. En julio ya estaba libre. Ya podía dedicarme a escribir un poco, ¿no? Error. Porque me fui a Mordor. Para los que no sepan lo que es Mordor más allá de El señor de los anillos, Mordor es la casa que tienen mis padres en las afueras de Las Palmas en la que no hay WiFi, y la red móvil llega... cuando le apetece. Y en su lugar, hay cabras pastando por el barranco. Lo de las cabras es totalmente verídico. Pasar los veranos en Mordor es lo más parecido a estar aislada que he experimentado nunca. Odio Mordor. Con todo mi ser. Y estarán pensando: "Oye, RiRi, ¿por qué no le pides a tu padre que ponga Internet en Mordor?". Mi respuesta es: "Intenta convencerlo tú, majo. Yo llevo más de siete años intentándolo". Mi gozo en un pozo: pretendía pasar un verano tranquilito, rascándome las pelotas, y me lo pasé sin Internet de ningún tipo, y de regalo, con un episodio de lumbago terrible que me hizo, sinceramente, desear la muerte. En serio. Nunca, jamás en la vida, había padecido de la espalda, y una mañana, ¡paf! Mis lumbares decidieron que cualquier postura en la que me colocara me provocaría dolor. 

Un verano cojonudo. Gracias a que se me ocurrió comprarme una PS3 a principios de julio. Si no, no sé cómo habría sobrevivido.

Llegó septiembre, los antiinflamatorios y el cojín de calor me quitaron los dolores, y regresé a Las Palmas. Pero aún no era el momento de tener tiempo para escribir. Because cosplay happened.

Pasé, literalmente, todo septiembre y octubre haciendo el cosplay que llevé durante el V Festival del Manga de Las Palmas de noviembre. No es broma. Cuando no iba a clase de alemán o estaba comiendo, estaba trabajando en el DICHOSO COSPLAY DE LOS COJONES. Me pasé más tiempo en casa de Mr. Pelos que en mi propia casa. Ah, para quien no lo sepa, Mr. Pelos y yo seguimos juntos, y este año hará seis que somos pareja Reconozco que el dichoso cosplay de los cojones nos dio más de un quebradero de cabeza, y más de una vez me dieron ganas de mandarlo todo al carajo. Pero al final mereció la pena, porque el dichoso cosplay de los cojones nos hizo ganar el segundo premio en el concurso de cosplay No lo esperábamos para nada, y para nosotros, después de tanto trabajo y tanto esfuerzo, ¡fue casi como una victoria!

Éste es el dichoso cosplay de los cojones: Cross Marian y María, de D.Gray-Man. Mola, ¿verdad?
MOLA UN HUEVO. Y LO SABES.

Yo, sinceramente, pensé que, una vez se acabara el Festival del Manga, tendría tiempo para mí. ¡Mentira! Mi monitora de aerobic me convenció para participar en el Blume, que es algo así como un festival internacional de gimnasia. Lo cierto es que accedí porque el año pasado no pude participar, y se me quedó esa espinita clavada. Para qué fue aquello. Ensayos lunes, miércoles y viernes por la tarde, y sábados por la mañana. El nivel de cansancio no sólo físico, sino también mental, era tal que llegaba a casa tan hecha polvo que sólo tenía ganas de ducharme, ponerme en pijama y taparme con una mantita a ver episodios repetidos de La que se avecina. Pero mereció la pena. Me lo pasé súper bien el día de la actuación. Hicimos un buen trabajo.

Lo que no fue tan guay fue el regreso del lumbago terrible el día después de actuar. Aunque quizás llamarlo "lumbago terrible" se queda corto. Aquello fue el lumbago del mal. Me tuvo en reposo casi un mes el condenado. Lo bueno es que, gracias a ese nuevo episodio de dolor, descubrí que sufro hiperlordosis lumbar, y que debido a ella voy a sufrir dolores lumbares con frecuencia durante el resto de mi vida. Ya ves tú qué guay.

Y bueno, para cuando el lumbago se me pasó, llegaron las vacaciones de Navidad, y su consecuente traslado a Mordor. Ya conocen Mordor, me voy a ahorrar las malas palabras. 

Entre mis propósitos para el 2015 está el mantener vivo el blog, y postear, al menos, una vez al mes. Y aquí me tienen: ayer volví de Mordor, y aquí estoy, cumpliendo con lo que prometí. Volviendo por la puerta grande. Mi intención es escribir un poco de todo: recetas - que más gente de la que imaginaba me pide consejos a la hora de cocinar. Soy Top Chef, chaval -, posts absurdos de los míos, algún que otro arrebato literario creativo... Y SÍ, EL CHICO PERFECTO TAMBIÉN, SÍ, QUE SÉ QUE LLEVAN TODO ESTE RATO ESPERANDO A QUE LO NOMBRARA. Sí, tengo intención de continuarlo. Es más, jamás me he planteado dejarlo. Aún tengo Ryan para rato. Pero no puedo dar una fecha exacta para el próximo capítulo, porque antes de empezar quiero terminar con dos fanfics que tengo a medias desde hace la de Dios, y prefiero acabar antes con eso, que es relativamente menos trabajoso, y luego ponerme en serio a hacer Ryanadas. ¡Lo bueno se hace esperar! 

Y a todo esto, si alguien está interesado en leer fanfiction escrito por mí, puede echar un vistazo haciendo clic aquí.

Esto es todo por el momento. Estoy segura de que volveremos a leernos muy pronto. Al menos, ésa es la intención.

Bendiciones, y buenas noches 

¡Gracias por leer hasta el final! ♥