miércoles, 26 de octubre de 2011

La vida residencial no es para mí.

Ésta es la conclusión que he sacado después de mi fin de semana de infiltrada en la residencia universitaria donde está viviendo Annell Strawberry. Digamos que, bueno, ya que iba a ir a Madrid a verla, si podía ahorrarme el alojamiento, no me lo iba a pensar dos veces.

Cogí un vuelo de Iberia el viernes por la mañana. Fue un vuelo muy tenso, porque a mi lado estaba sentado un señor que leía la Biblia. En voz alta. La tenía marcada con un marcapáginas, como si fuera una novela cualquiera. Y encima, cuando saqué mi bocata, el tipo me echó una mirada de infinito desprecio. Dios, tuve mucho miedo. Aunque creo que lo del bocadillo fue mayormente porque, cuando le di el primer mordisco, el avión se llenó de un fuerte pestazo a chorizo Revilla, del barato. Pero, ¿y qué? El chorizo barato es mi mejor amigo.

Llegué a Barajas, con la mala suerte de aterrizar en la última puerta de la T4, a eso de las tres de la tarde. Tuve que caminar la vida para llegar a la salida. Después de una hora de metro (no porque me perdiera, es que fue una hora contada de trayecto), llegué a la Puerta del Sol, donde habíamos quedado. Annie y yo montamos un lamentable espetáculo lacrimógeno delante de la estatuta del Oso y el Madroño. Creo que sólo faltó que nos aplaudieran. Pero, joder, ¡es que la echaba tanto de menos!

Equipadas con un frapucchino de fresa y una hamburguesa de pollo, nos subimos al tren y llegamos a Getafe. La infiltración en la residencia fue ridícula. Yo, que iba más tensa que Carmensa pensando en qué pasaría si se daban cuenta de que yo no era estudiante, me quedé totalmente planchada cuando Annie saludó tranquilamente al guardia y nos metimos en el ascensor. Totalmente inesperado.

Dejé mis cosas en la habitación, que estaba al borde del desorden y la inmundicia, y antes de que se diera cuenta de que estaba empezando a ordenarle la habitación suciamente, me dio un tour por la residencia para presentarme a sus amigos. Jamás se me olvidará el "Oh, mon dieu, la señogga!" de Lucía. Fue effin' epic. Luego fuimos al Ahorramás a hacer la compra para el finde; a la hora de la cena entre todos me colaron en el comedor y comí gratis por mi cara bonita, y ya entrada la noche fuimos a la habitación de sus amigas, que se estaban preparando para ir a la Fiesta del Novato.

Nosotras no íbamos a ir. Aunque a mí me daba igual ir, independientemente de que no me guste salir por las noches, Annie dijo que estaba cansada y que nos quedaríamos tranquilamente en la residencia. Mientras las chicas se preparaban, compartimos un Malibú con piña. Nunca había probado esa mezcla, y aunque estaba demasiado fuerte para mí, me gustó. Al final de la noche yo seguía de una pieza, por lo que dedujimos que, en realidad, yo tengo un hígado de hierro, pero como no bebo, aún no hemos podido comprobarlo.

Y bajamos a la segunda planta. Si tuviera que elegir una canción para ponerle banda sonora a ese momento, sin duda escogería Welcome to the jungle, de Guns n' Roses. Había gente pasadísima por todas partes, todos apretujados en los estrechísimos pasillos luchando por mantener los vasos de litro en las manos, saltando al grito de "¡La residencia entera se va de borrachera!", bajo una atmósfera de humo de porro y tabaco en general, caminando con dificultad por un suelo pegajoso e inmundo que Dios sabrá la cantidad de bebidas que habrá soportado. Me dan pánico las multitudes. Las odio. Así que, un par de minutos después, cuando vio mi cara de asustada, Annie me llevó a su habitación.

Esa noche como el culo. Me desperté cuarenta veces por culpa de los gritos y los portazos del personal ebrio. Y encima, me había levantado resfriada. "Joder, tu madre no va a dejar que te vuelvas a quedar conmigo más nunca", me había dicho Strawberry. Lo mejor fue cuando bajamos al comedor para almorzar: los pasillos estaban llenos de un sospechoso polvo amarillo pus. ¿Harina? No, señor. Habían vaciado todos los extintores de la residencia. Y a eso, sumarle los papeles quemados, los muebles de las salas comunes desperdigados por todas partes, restos de pizza seca, machas de bebidas, olor a vómito y el detalle de que había tirado un carrito de la compra por la terraza y otro por el hueco de la escalera. Sólo pude pensar una cosa:

Sáquenme de aquí.

El sábado por la tarde fuimos a Madrid. Yo tenía mi plan hecho con todos los sitios a los que quería ir y que en mi pequeño trozo de tierra llamado Gran Canaria no encontraría ni de coña. Entonces en Sol nos encontramos con Tirso y varios individuos no identificados que quería ir a ver el trono de Juego de Tronos que estaba expuesto en la calle Fuencarral. Como no tenía otra, pues los acompañamos.

Tirso dijo que estaba cerca. Polla estaba cerca. Nos mamamos casi toda la calle de Fuencarral para ver una sucia silla de cartónpiedra que sí, era muy bonita, pero no dejaba de ser una silla. Bueno, al menos para mí, que no hevisto Juego de Tronos. Para ellos era el trono de God-knows-who, y era tan épico y tan alucinante, y, en fin, actitud fangirl en general. Al final me quedé sin ver lo que quería, pero bueno, tuvimos una animada tarde de compras en Fuencarral, donde me compré una camiseta monísima por cuatro perras y adquirí desinteresadamente un póster gigantesco y asquerosamente sexy de Jack Sparrow para mi hermana. Cuando empezó a caer la noche y Sol empezó a petarse de gente, le rogué a Annie que nos fuéramos antes de que empezara a morirme.

El domingo nos quedamos en la residencia. Le teñimos el pelo a Annie. ¿De qué color? Bueno, la caja ponía que era rojo intenso. Ahora yo la veo como un combo entre Euphemia li Britannia y Marluxia. Aproveché la tarde para estudiar, y mientras tanto, ella... bueno, digamos que estaba muy ocupada haciendo la colada, planchándose el pelo y vagueando en general como para hacer los deberes de Derecho que tenía que entregar antes de las doce. A las ocho empezó a entrarle prisa, y antes de que se arrancara la piel a tiras, le eché una mano. Hicimos entre las dos los deberes de una. Y encima, el profesor le puso un triste 5'3. Me sentí tan estafada. Por la noche nos hicimos unos espaguetis y estuvimos hablando con Matt y enseñándole fotos de nuestras amigas gordas por el Skype hasta las dos de la mañana, hora en la que Annie se cercioró de que realmente estaba enferma y que me encontraba mal.

El lunes amaneció cayendo la del pulpo. Yo, acatarrada, con una tos de viejo moribundo, y sin paraguas. Mi madre me iba a matar. Salimos a Madrid antes de comer, cargando ya con mi maleta, y tuvimos la suerte de que dejó de llover más o menos cuando llegamos. Aproveché y fui a todos los sitios a los que no pude ir el sábado. Milagrosamente, llegué sin perderme a Otaku Center, y sin pensármelo dos veces, me llevé el manga de Underdog. ¡Por fin lo tenía en mis manos, llevaba peleándome por él en Las Palmas como un mes! 

Nos recorrimos medio Madrid buscando un Telepizza y al final nos metimos en una pizzeria random en la que, todo sea dicho, comimos genial, y antes de irme fuimos a Sol a por una napolitana de crema de La Mallorquina. A eso de las cinco nos despedimos en la estación de metro, esta vez sin lágrimas, y volví a mamarme una hora de metro, en la cual me di cuenta de que me había olvidado la cámara de fotos en la mochila de Annie. FML.

Llegué a Barajas, y sorprendentemente, encontré mi puerta de embarque sin dificultad. En una de éstas me llamó mi madre, que justo llegaba a Madrid esa tarde para pasar unos días en un curso, y dio la casualidad de que también estaba en la T4. Cotilleamos un poco, nos recorrimos las tiendas, y cuando su jefe la llamó para preguntarle si había llegado ya al hotel, como que tuvo que largarse corriendo. Y me abandonó a mi suerte, sola en ese enorme aeropuerto, a esperas de que a mi vuelo le diese por salir. Porque, como SIEMPRE me pasa cuando salgo de Barajas, el vuelo se retrasó. Hora y media. Suerte que a mi papá no le importó esperar un poco más para irme a buscar.

Y aquí concluye la crónica de mi viaje a Madrid. Moraleja: si voy a hacer un máster a la Carlos III, no pienso quedarme en una residencia de estudiantes.

4 comentarios:

  1. Uf. ¿Qué quieres que te diga? Me has convencido, yo tampoco me quedo en la resi de la Carlos III. xDDDD

    Menudo viajecito, anyway...

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  2. LO HAS PINTADO PEOR DE LO QUE RE.. alment... Bueno, vale, sí, fue así, pero era la fiesta del novato, vale? Es en la que más se desfasa.

    No es que todas sean así, jo, qué mala fama nos vas a haber creado xD Ya Shikaru no vendrá nunca!

    Tu cámara me mira con odio e_e

    TE QUIERO <3

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  3. Y te olvidas, mi queridísima Rie, de contar que tu viste el macrogigantesco honor de poder hablar conmigo by msn. Just kidding ;)

    En realidad, yo también he andado por los pasillos de la residencia, y no me parecieron ni tan terribles ni tan avernosos (viene de averno, algo digno de ser calificado como infierno (¿?)). Lo cual es normal, dado que era una avurriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiida tarde de viernes ^^

    Kichuuuuuuuuuuuuus para ti emperatriz consorte :)


    PD: Sigo esperando tu pedido yaoi ;)

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