lunes, 9 de enero de 2012

Reflexiones de una universitaria emocionalmente susceptible.

Desde que tengo memoria, siempre he querido ser buena. Antes hace algunos años, cuando era una adolescente estúpida e inmadura, me desvivía por ser la mejor. Con el paso de los años, y a medida que la madurez ha intentado hacerse un huequito en mi cerebro, en la esquina de la Quinta con Broadway, he comprendido que ser la mejor no merece la pena, y que tampoco es posible. Así que ahora me conformo ser buena, o al menos en intentarlo.

Intento ser buena hija. Aunque no sea la persona más indicada para hacer juicios sobre esto, personalmente, creo que lo soy. Es decir, soy una chica responsable que jamás se ha metido en ningún lío, saco buenas notas, siempre aviso si voy a llegar tarde, mantengo mi habitación ordenada, ayudo en las tareas de la casa, me administro bien la paga mensual, me como todo lo que me ponen en el plato... en fin, yo nunca he tenido hijos, pero no me importaría que, si los tuviera, se parecieran a mí.

Reconozco que no soy la mejor hermana del mundo, simplemente, porque soy una maniática del orden que comparte habitación con la señora del Tártaro. Y, vale, tengo muy poca paciencia cuando se trata de monopolizar el ordenador, pero creo que dejando de lado esas cuatro chorradas que hacen que a veces nos gritemos como los colaboradores de Sálvame, nadie baila Sexy and I know it como mi hermana y yo.

Hasta hace uno o dos años, me rompía los sesos por ser una estudiante modélica. Tampoco soy yo la más indicada para decirlo, pero, incluso ahora, que he aprendido a tomarme las cosas con calma (más o menos), considero que soy buena alumna. Mis profesores me lo han dicho siempre, y cuando no me lo dicen directamente, o me entero por otras personas, o yo misma se los noto. Sinceramente, prefiero que no me lo digan, porque me da una vergüenza terrible. Pero si tengo buenas notas no es porque yo sea un genio o algo así: simplemente sé administrarme el tiempo, intento llevar las cosas al día y nunca dejo nada para el último momento. Y, por supuesto, no pretendo ser la mejor en todo, porque no se puede. Siempre hay alguien por encima de mí, y de cualquiera realmente. Y no por ello me frustro conmigo misma, no. Les tengo envidia sana, porque ya me gustaría tener la fluidez en alemán que tiene Iris, o la cantidad de vocabulario que tiene Aday, o sin ir más lejos, la capacidad para transmitir tanto a través de una pantalla de ordenador como Annell o Shikaru. Pero luego hay otros que van diciendo por ahí que soy una subida. Como no sea subiéndome a un taburete...

Intento ser una buena novia. Yo no sé exactamente cómo se hace, porque ésta es la primera vez que soy novia de alguien, pero al menos intento que Mr. Pelos esté a gusto conmigo, en todos los aspectos. A lo mejor no soy tan romántica ni cursi como se esperaba, pero  es queno me sale. Al menos soy sincera. Siempre he estado ahí para cualquier cosa que Mr. Pelos ha necesitado, al igual que él lo ha estado para mí, me he desvivido por él, y aunque hay cosas por las que le habría abofeteado hasta dejarlo sin un solo pelo en el cuerpo, sería incapaz de hacerlo. Le quiero por la persona que es y por la persona que me hace ser a mí.

Creo que soy una buena amiga. No tengo millones de amigos, pero los que tengo, los cuido. Siempre busco tiempo para ellos, aunque no lo tenga, incluso para cosas que me disgustan. Nunca he tenido secretos con ellos, y jamás les he mentido. Básicamente, porque no sé mentir. Sé escuchar, y precisamente, prefiero escuchar a hablar de mí misma. Creo que soy una persona en la que se puede confiar. Intento ponerme una sonrisa en la cara cuando alguien no puede ponerla en la suya, y me encanta tener detalles con la gente sin que venga a cuento, porque lo siento así, y punto. Pocas veces he dicho que no a algo, y en definitiva, no creo que sea una persona con la que la gente no le guste estar y con la que no se lo pasen bien. Solamente quiero ser una persona que deje huella en la vida de las otras.

Entonces, si tan buena persona parece que soy, ¿por qué? ¿Por qué la gente en la que deposito mis esperanzas y mis ganas se van? ¿Por qué me reemplazan? ¿Es que aburro a la gente, y nadie ha tenido el detalle de decírmelo? ¿No soy la amiga que esperaban? ¿Qué estoy haciendo mal?

¿Qué tengo que hacer para que no me reemplacen por tercera vez?

La primera fue a los 14 años. La segunda, a los 16. No sabría decir cuál de las dos me hizo más daño. La primera vez me quedé absolutamente sola, pero la segunda fue como una puñalada que me hizo pensar que quizás la culpa era mía. Personas a las que se lo había dado todo decidieron que ya no me necesitaban, que con alguien que les llenara la vagina cada noche estaban más que servidas. Una amistad de varios años tenía que luchar contra un pene y un par de testículos.

Ahora, supongo que entre el estrés de los exámenes, las semanas que estuve revuelta con Mr. Pelos, y los kilos de más, me estoy volviendo más paranoica de lo normal. Pero me rompería en pedazos que la persona que fue capaz de hacer desaparecer esa sensación de soledad y abandono, aquélla que realmente me hizo sentir especial y necesitada, aun cuando una de las personas que yo más quiero no está a mi lado en estos momentos, fuera capaz de reemplazarme por la misma razón.

Supongo que la carne es débil. O en este caso, como dice el dicho, "dos tetas tiran más que dos carretas".

¿Y saben qué es lo peor? Que probablemente él no tenga ni puñetera idea de cómo me siento.

Definitivamente, tengo que aprender a ser más egoísta y a pensar un poquito más en mí. Qué digo, a pensar algo en mí. El año que viene, por ejemplo, cuando suenen las campanadas de 2013, podría pedir al menos un deseo para mí.

1 comentario:

  1. Me he leído atentamente este post porque me ha parecido interesante. Verás, y aunque te suene raro o estúpido, desde el primer momento que aterricé en este rinconcito tuyo, me di cuenta de que me identifico con tus palabras en un grado bastante alto. De hecho, cuando afirmo que te comprendo, como en este post, no es por simple empatía. Qué curioso.

    Mmmmh. Hablas de cosas que ocurren, que nos pueden ocurrir. Cosas a veces desagradables. Pero yo, contrariamente a ti, no concluyo que deba pensar más en mí. Me gustaría aprender a dar de verdad, esto eso, entregar lo tengo sin que me lo pidan y encontrar el placer mismo en el proceso, convirtiéndolo en la recompensa, como siempre he hecho con la escritura. Porque esperar algo después, mmmh, no sé, creo que no tiene mucho sentido. Y chica, yo no soy ninguna ermitaña de la cueva. No nos engañemos: me gusta estar con gente, disfruto aprendiendo y enriqueciéndome con compañía.

    Y la gente va y viene, eso es inevitable. Así que si al menos consigo pasar un rato bueno, que me quiten lo bailado, como se dice.

    Porque lo más importante es divertirse en esta comedia que es el mundo, ¿o no?

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