miércoles, 6 de julio de 2011

Donde me gusta estar.

Durante los últimos días he escuchado en bocas varias comentarios del tipo "Esta isla es enana", o "Esta ciudad es mazo de cutre, porque aquí vivimos cuatro pelagatos".

Bueno, ¿y qué problema hay en que esta isla sea chiquitita? Tengo que confesar que me encanta vivir donde vivo, a pesar de que bajo mis pies no haya más de 1.560 kilómetros cuadrados de tierra firme.

Para todos aquellos individuos que casualmente se encuentren leyendo estas líneas y que no sepan de qué hablo, yo soy canaria. De Canarias, esas pobres siete islas alejadas de la mano de Dios que muchas veces los que viven en la España peninsular no tienen ni la más remota idea de dónde están. Que sirva de aclaración a todos los incultos - ésa es la palabra - que me lo preguntaron alguna vez: no estamos rodeados por un muro de retención, ¿vale? El cuadrado que nos ponen alrededor cuando en la televisión dan el parte meteorológico es para que todo el territorio español figure en la pantalla a la misma vez. Que estamos al oeste de Marruecos y el Sáhara, no incrustrados al lado de Cádiz.

Más concretamente soy grancanaria. Soy una canariona orgullosa.

La pregunta es: ¿cómo te puede gustar vivir en un minísculo pedazo de tierra como es Gran Canaria? Pues me gusta.

Me gusta poder ver el mar desde cualquier lugar, ya sea en el norte, en el sur, en la cima del monte o en el centro de la ciudad. La gran mancha azul nos saluda y nos acompaña desde que sale el sol hasta que se va.

Me gusta poder disfrutar de una variedad amplísima de paisajes y ambientes diferentes en un espacio tan pequeño. En un viaje en coche de más o menos tres horas puedo ver pueblos de pescadores con pequeñas casitas en la cima de acantilados imposibles, playas de arena finísima y aguas transparentes, vastos bosques de pinares centenarios, páramos desérticos y misteriosos como en las películas de vaqueros, y por último, una ciudad pequeña y coqueta con carácter propio que se adapta a los gustos de todos. Sí, porque el eslogan publicitario de Gran Canaria: un continente en miniatura es más real de lo que se imaginan. Me gusta tenerlo todo a mi alcance, y tener dificultades para elegir si hoy quiero ir al campo o a la playa, teniendo entre ambas opciones un trayecto de 45 minutos de diferencia.

Me gusta nuestro acento: el ceceo inexistente, la manera en que alargamos las palabras, la suavidad con la que hablamos, todas las letras que no pronunciamos, el gran número de palabras nuestras que tenemos y la tranquilidad conque las usamos. Porque está en nuestros genes coger la guagua en lugar de coger el autobús, comer papas en vez de patatas, echarle millo y no maíz a la ensalada, y enchumbarnos en lugar de empaparnos cuando llueve.

Me gusta cómo somos. Tenemos un carácter que se define con una sola palabra: aplatanados. Somos tranquilos, no nos metemos con nadie y nos gusta disfrutar de los pequeños detalles como sentarse en un banco a ver pasar a la gente o quedar para tomar una cerveza y charlar. No nos estresamos, vivimos poco a poco, sin prisa. Somos pacíficos por naturaleza. Aunque, por supuesto, en todo rebaño hay ovejas negras...

Y por último, me gusta mi cuidad. Las Palmas no es una gran metrópolis como Madrid, Barcelona o Valencia, lo sé. Vivimos unas 382.000 personas, una cifra bastante baja si la comparas, por ejemplo, con Madrid, pero bastante alta si la comparas con el Principado de Mónaco. De hecho, tiene algunas carencias que, a nivel material, para mí son esenciales, como es un miserable Starbucks o un McCafé - tampoco pido tanto -. Pero no me importa. Somos los justos y suficientes. Sin aglomeraciones, sin agobios. Todos tenemos nuestro sitio. Y, en realidad, ¿qué importa si Madrid tiene Starbucks y Las Palmas no? ¿Acaso tiene Madrid una playa tan maravillosa como es Las Canteras? ¿Acaso tiene Madrid algún lugar en el que todos tenemos una foto de pequeños sentados en uno de los perros de bronce como los de la Plaza de Santa Ana? ¿Tiene Madrid el ambientazo que hay en Carnavales en la Plaza de Santa Catalina? Madrid tendrá Starbucks y muchísimos otros lugares espectaculares y únicos, como el Parque del Retiro o la Puerta del Sol, pero esos pequeños enclaves hacen que a una canariona como yo se le hinche el timple de orgullo. ¿Cómo no voy a estar orgullosa de donde vivo, si mi casa está delante del Teatro Pérez Galdós y al lado de una zona comercial a la derecha y del mar por la izquierda?

Yo lo tengo claro. A pesar de que sea un sitio pequeño, sé perfectamente dónde tengo mi hogar, y dónde voy a volver siempre que lo necesite.

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