jueves, 24 de noviembre de 2011

Que no cunda el pánico.

Ni estoy muerta, ni me estoy muriendo. Aunque ganas no me faltan

Simplemente estoy en el último año de la carrera.

La gente que me conoce sabe cómo me pongo cuando empiezo a agobiarme en época de exámenes: siempre estoy de mal humor, pierdo las ganas de comer, no consigo conciliar el sueño, me vuelvo especialmente irascible, todo lo que como me da gases... Eso último no debería por qué haberlo nombrado.

Pero, ¡oh! ¡Si aún estamos en noviembre! ¡Los exámenes empiezan en enero!

Pues ya estoy empezando a desquiciarme.

Tengo el defecto de que me gusta tenerlo todo controlado y planificado, hasta el punto de ser cuadriculada y cerrada como un alemán. Este año no he podido hacerlo. Ni ne he organizado, ni he hecho lo que quería hacer, ni he podido encontrar tiempo para intentar ordenarme las ideas.

Todo por culpa de las malditas encuestas de valoración de la actividad docente.

Normalmente de eso se encargan los becarios adjuntos a la facultad. Pero, por lo visto, les faltaba personal. Aproveché el chivatazo, me apunté y me contrataron. "Me pagan 250 euros por pasarme todo el mes de noviembre pasando papelitos y rellenando formularios. ¡Qué chollo!"

Polla.

Ir y venir a la universidad prácticamente todas las mañanas a pasar las encuestitas de las narices me quita tal cantidad de tiempo que a veces pienso que realmente se me están comiendo horas del día. Por ejemplo, si tengo que pasar encuestan a las 12.00 y a las 12.30, tengo que coger la guagua a las 11.20, porque si cogiera la siguiente, llegaría tarde. Llego a la facultad a las 11.30. Después de media hora de tiempo ocioso en la que, entre voy a hacer pis, recojo los cuestionarios y busco las aulas, se transforma en diez minutos de tiempo ocioso. Paso la primera. Paso la segunda. Es la una de la tarde. Entrego los papeles. Firmo. Me siento a esperar cómo pasa el tiempo sin que se aparezca una miserable guagua. A las 13.20 aparece la guagua. Llego a casa a eso de las 13.40. Almuerzo, friego los platos, preparo mis cosas y salgo a coger de nuevo la guagua a las 14.35 para entrar en clase a las tres.

Suponiendo que me levante a las 8, para intentar dormir un poco, y no vaya al gimnasio, ¿cuántas horas tengo para hacer tareas, trabajos varios y estudiar? Quitando el tiempo que tarde en ducharme y vestirme, dos horas. Ya me dirán ustedes qué cojones me da a mí tiempo de hacer en dos horas.

Con lo cual, a mediados de diciembre tendré 250 euros que, ¡oh!, no podré gastar porque me pasaré todas las jodidas navidades sentada delante de mi escritorio estudiando cosas tan entretenidas e instructivas como Gestión Financiera, Habilidades Directivas y Recursos Humanos, Fiscalidad en la Empresa Hotelera o Calidad en Servicios, entre otras.

Voy a explotar de un momento a otro.

Corred, insensatos.

1 comentario:

  1. “Tengo el defecto de que me gusta tenerlo todo controlado y planificado” ¡Pero si ese soy yo! XD
    ¿A ver, Rie, no te estreses ok? No lleva a ninguna parte… “¿Qué estás diciendo, si no tienes ni idea de tranquilizarte, que a la mínima todo es un caos para ti?” Bueno vale, en estos casos no puedo de serte de mucha utilidad. Y tú, subconsciente de mierda, cállate, que no paras de liar la troca aún más.
    Ahora en serio Rie, que sepas que yo soy igual. ¡Pero somos así y no lo podemos cambiar, así que tranquilízate!
    ¡¡Un beso muy grande del chico que vive estresado!! :3

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¡Vamos, es gratis y no duele!


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